Apúntate a nuestro boletín para conocer las novedades Bartleby de primera mano. Sólo tienes que introducir tu correo electrónico aquí:

Suscribirse
Campo 'E-mail suscriptor' obligatorio
No es una dirección de E-mail válida

Te mantenemos al día de la actualidad literaria en este resumen de destacados. También puedes visitar la sección de prensa completa.

# 05/07/2023 Presentación en librería La Guarida (cercedilla) El próximo sábado 15 de julio la poeta Ana Pérez Cañamares presentará en Cercedi ... # 05/11/2014 Presentación en Madrid 6/11 Enclave de Libros Manuel Rico, director de la colección Bartleby Poesía, y la autora, Cris ... # 19/06/2014 2ª edición de "En legítima defensa" Con una gran afluencia de público se realizó en el café La Cantonada la presentación en Tarragona ... # 17/12/2013 Presentación "Sagrado Corazón 45" en Madrid El 17 de diciembre a las ocho de la tarde presentaremos Sagrado Corazón 45, primer títul ... # 04/03/2013 Presentación en La Buena Vida (Madrid) 5/03/13 Presentamos en Madrid, en la Librería La Buena Vida (metro Ópera), la primera obra del actor y mú ...
Introduzca algún texto para buscar
Búsqueda por títulos, autores,ediciones, reseñas... BuscarBúsqueda avanzada
Viene de: Portada>Prensa
Guardia Nativa. Natasha Trethewey y la reivindicación del silencio 14/03/2010Publicado en Revista Koult



Elegías a la vida muerta, a la muerte en vida, a la retina del Tiempo (que, gobernado por manos blancas, está condenado a olvidar); odas a tumbas que devoró la hierba mala o el Golfo de Méjico; destilación del suplicio que supone una infancia cargada de silencios en el que el “ser” no existe porque el tótem Estado-burocracia te ha declarado colored, mestiza ilegal aún muchos años después del cambio de asiento de Rosa Parks en un autobús.

La mixtura de toda una época, que comienza en la Guerra de Secesión estadounidense y que termina en los años ochenta del siglo XX, es versificada por la Pulitzer 2007 Natasha Trethewey (Gulfport, Misisipi, 1966) en su poemario-joya Guardia Nativa, editado por Bartleby y traducido por Luis Ingelmo. Guardia Nativa no se lee sin la mano de la Historia, pero también obliga a prescindir de ella y a recurrir a un alter ego mucho más fidedigno: los documentos que nunca fueron publicados en los libros oficiales porque mostraban una realidad muy distinta de lo que fue la lucha en el viejo Sur durante la guerra de Secesión. Documentos que Trethewey desempolvó de los archivos cerrados y que revelan una verdad terrible, que es el pilar de todo el poemario: en una Guerra Civil feroz, saldada con 600.000 muertos, parte de éstos fueron negros libres o libertos que combatieron, primero al lado de los Estados Confederados del Sur, después del lado de los Estados Federados del Norte, siempre bajo el nombre de “Guardia Nativa”. En nombre de esos afroamericanos se libró la guerra, en un principio abolicionista; a posteriori, deudora de lo que son todas las luchas: de la victoria. En este caso, de la unión del Norte y el Sur.

Un siglo después, la madre negra de la futura poeta Trethewey comete la “imprudencia” de enamorarse en el Estado de Misisipi con un hombre blanco. Es 1966, pero el Sur ha vuelto a involucionar hasta aquellos años en que imperaban en él la supremacía blanca, las cabezas negras hundidas entre los campos de algodón y la falta de derechos civiles para unos seres humanos traídos expresamente desde África para vivir agachados.

Las primeras diez elegías son un canto a la memoria materna: a cómo era la vida de una mujer negra y sureña en los sesenta. Dentro de todo ese imaginario, lo dantesco: presentimientos repetidos, una y otra vez, sobre el final de una mujer, que barruntaba moriría joven. Trethewey no explica cómo fue el final materno, pero basta leer algunos versos, casi ocultos, para comprenderlo.

¿Por qué en el reverso [de una foto tomada hacia el 71] alguien ha registrado/ nuestros nombres, la fecha, el suceso, y falta/ el interior: mi madre, puño del padrastro?

(Tormenta de hielo)

No los cardenales fugaces que cubría/con maquillaje/oscura mancha cual huella/de telescopio al que con fuerza se pegara/ queriendo ver una salida/

(Lo que es una prueba)

Yo dormía mientras tú estabas muriendo./Te cuelas por un hueco, una quebrada/que se abre entre mi vigilia y mi sueño/

(Mito)

Esta primera parte, sobre la que sobrevuela el espíritu sacrificado de una esposa, no se comprende sin la segunda. Cada una es deudora de la otra.

Lo que hace aún más original el poemario es cómo Natasha Trethewey – en la parte central- nos presenta las penurias de la Guardia Nativa sureña. Lo hace mediante un diario escrito por un soldado negro y libre, que formó parte de los regimientos del Sur y el Norte entre 1862 y 1865.

Mas unidad de apoyo nos llaman/ -no infantería- y por eso cavamos trincheras,/ para el ejército cargamos bultos, pesados/ como los de antaño./ Oía al coronel llamarlo trabajo de negros/

(Diciembre de 1862)

Siguen viniendo otros deseosos de alistarse./Macilentos, llegan/demacrados, traen noticias de tierra firme./ Famélicos, sufren como nuestros prisioneros./ Moribundos suplican lo que dar no podemos./ La muerte a todos nos iguala: es un justo amo.

(Junio de 1863)

Gracias a la Historia, que se escapa de los dedos del soldado, conoceremos la extremas condiciones en las que vivieron; las caricaturas de sí mismos en que los convirtieron los mandos.

Algunos ni leer ni escribir saben,/ muy bajo han caído y otras palabras no tienen/ para enviar sino las que les doy. Mas de un negro/ que escribe recelan/

(Febrero de 1863)

La tercera parte es plenamente autobiográfica. “Memorias de una niña mestiza en el Sur de los setenta”, podría titularse, y tendríamos un mix de insultos a la pequeña Natasha en su escuela (chucho, mulata); su incredulidad ante la añoranza por parte de sus profesores del “Paradiso Perduto”, el Misisipi esclavista, con los que los blancos seguían soñando, como si fuese una especie de Arcadia. La presencia del Ku Klux Khan y sus cruces llameantes; los huracanes que asolaron el este de la cercana Ship Island. Y la epifanía final y, quizá, el porqué de todo el poemario: caminando una mañana la poeta sobre el cementerio donde yacía su madre muerta, en una tumba de tierra, sin lápida, Trethewey se da cuenta de que, precisamente en los estratos más profundos de ese suelo, reposan los cuerpos de los soldados negros abandonados en los campos de batalla. Tumba sobre tumba sin nombre, mecidas en el anonimato.

Regresé a un rural campo de batalla/ donde a muerte lucharon tropas negras/ -Port Hudson, sus cuerpos al sol hinchándose,/ calcinándose-son ser enterrados/ hasta que el verde manto de la tierra / sobre ellos cayó, sin tumbas ni lápidas

(Sur)

Es éste un poemario reivindicativo con la suavidad de una pluma y la dureza de una huérfana. Trethewey se pregunta el por qué de la lápida sobre la lápida, el por qué doloroso de una forma de vida ya pasada pero que permanece turbadoramente inquieta en las memorias de algunas gentes.

Y el lector, que ha desbrozado con la Pulitzer, parte de su hagiografía y de sus descubrimientos, se descubre, de repente, abominando de Lo que el viento se llevó.

CARMEN GARRIDO

Nosotros|Poesía|Narrativa|Blog|Prensa|Boletín|Distribuidores|Contacto
2008 © Bartleby Editores. Todos los derechos reservados
Diseño: Castelló