Óscar Hahn en Deriva
04/06/2008Publicado en Deriva
Oscar Hahn es un autor con dilatada y solvente edición en nuestro país. Desde Tratado de sortilegios (Hiperion, 1992) hasta En un abrir y cerrar de ojos (Visor, 2006) son numerosas las ediciones de este autor, condición imprescindible para que surja una antología como la publicada por la editorial Bartleby. Alexandra Domínguez, prologuista de este libro, sitúa perfectamente a Hahn en el contexto de la poesía chilena del siglo pasado, al tiempo que traza los vectores por los que transcurre la escritura de este autor, vectores sin duda diversos, pero que Óscar Hahn consigue cuajar con una sabiduría que parece obedecer al instinto. Y es que Hahn es una muestra más de esos escritores oceánicos que ha dado América (del norte y del sur), capaces de abrir el compás de su poesía hasta distancias infinitas, sin dejar de hacer centro en lo material y concreto. En los poemas de Hahn hay humor, denuncia, música, amor (por supuesto), aullidos de horror y de éxtasis. En esta poesía, que nos asalta con los temas y los ritmos quebrados (hasta el soneto, en manos de Hahn, parece algo distinto al soneto) del jazz, cabe todo menos la desesperación nihilista. En sus poemas se dan cita San Juan de la Cruz y Males Davis, Quevedo y Kurt Cobain, sin dejar de lado la autoironía de corte postmoderno, metáfora quizás del vacío en el que a veces parece fundarse la existencia:
Televidente
Aquí estoy otra vez de vuelta
en mi cuarto de Iowa City
Tomo a sorbos mi plato de sopa Campbell
frente al televisor apagado
La pantalla refleja la imagen
de la cuchara entrando en mi boca
Y soy el aviso comercial de mí mismo
que anuncia nada a nadie
La poesía de Hahn está en las antípodas del hermetismo, es una poesía que respira el aire de la actualidad y que se nutre de ella, sin agotarse en lo estrictamente contemporáneo. Ya hemos dicho que hay tradición en estos versos, musical y poética. Junto a San Juan de la Cruz o Quevedo, como referencias más evidentes, encontramos asimismo el tono bíblico (profético o evangélico) en algunos poemas (así en 666 reencarnación de los carniceros o En una estación de metro). Poemas, estos últimos, que contrastan con la desbordante carnalidad de otros tantos. Pero la tensión entre ambos extremos se resuelve casi siempre en logradas síntesis donde la venustidad convive -siquiera irónicamente- con la plegaria religiosa. He aquí un ejemplo de lo que decimos:
Misterio gozoso
Pongo la punta de mi lengua golosa en el centro mismo
del misterio gozoso que ocultas entre tus piernas
tostadas por un sol calientísimo el muy cabrón ayúdame
a ser mejor amor mío limpia mis lacras libérame de todas
mis culpas y arrásame de nuevo con puros pecados
originales, ya?
Y es que Óscar Hahn parece más allá -o más acá- de los dualismos irreconciliables, poseedor de esa sabiduría que consiste en reconocer que los extremos no sólo se tocan sino que además se copertenecen. Que la belleza es una flor extraña que fructifica casi siempre al borde del abismo, llámese éste desesperación u horror. De hecho, lejos nuestro autor de esa denuncia (que existe, como ya dijimos) contra las injusticias del presente y de la historia que aspiraría a librar la existencia de todo mal. No aspira el poeta a un mundo angélico, sino que reconoce la sombra y lo oscuro como componente inalienable de la vida y del sujeto (los deshollinadores quieren entrar en mi inconsciente/matarme las hormigas limpiarme los pelos/sacar el hollín que se acumula/desde que estamos en el vientre materno/Pero sin hollín mi inconsciente no es nadie/Es un hoyo en el vacío un esqueleto sin huesos).
Quizás sea discutible el hecho de que los poemas aparezcan desmarcados de sus libros de referencia, decisión que los priva de un contexto estructural y cronológico a mi juicio necesario. Dejando este hecho a un lado, Óscar Hahn, a medio camino de la luz y de la sombra, lúcido en medio del horror, nos regala los poemas de esta antología sin duda necesaria.