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¿Puede percibirse un libro exclusivamente a través de los sentidos?
07/04/2011Publicado en El Placer de la Lectura (Blog)
¿Puede percibirse un libro exclusivamente a través de los sentidos? ¿Puede el lector desracionalizar lo que lee dejando que esto fluya a su interior sin pensar en nada más? Una ola con sabor a pez contesta afirmativamente a estas cuestiones. Por seguir con el símil playero, podemos decir que cualquier tarde de verano cuando el sol empieza a amarillear, el calor todavía calienta nuestra piel y decidimos adentramos en el mar, nada nos importa el estilo de la playa, ni la composición exacta de sus sales, ni quién se bañó allí antes, ni a qué otras recuerda, no. Sólo nos interesa refrescarnos sin pensar en nada más que disfrutar el momento. Esa, y no otra, es la propuesta (conseguida) de este cuento.
Todo lo anterior no es fácil en literatura pero es cuestión de estar advertido y de confiar en el editor. Bartleby tiene una trayectoria en poesía y narrativa cuasi impecable, y aunque el mejor “escribiente” eche un borrón, muy gordo debería ser para colarnos esta obra si no estuviera seguro de su apuesta a doble o nada. Por eso les recomendamos que se olviden de que Núria Riera es una principiante y de que en las primeras páginas la protagonista conversa con un pulpo.
Todo forma parte del conjunto bien construido de una cosmogonía que se irá desentrañando placenteramente y poco a poco.
Los personajes son todos encantadores, Pedacito la que más. Sus diálogos con Mamen rebosan lógica, humor y madurez. Los símbolos son los idóneos, el mar, las sirenas, los pulpos, el faro, la amnesia, las nubes, las puertas de la terraza, etc.
El conjunto va penetrando en nuestros sentimientos como una espadita que divide nuestro concepto de literatura formal, dejándola de lado, y abriendo nuestros sentidos para que por ósmosis otras alternativas penetren en ellos.
Un cuento para cualquier persona, pero fundamentalmente para quien quiera sentirse bien oyendo conversar a seres sencillos, niñas, fareros, doctor “patas”, pulpos y sirenas, princesas y reinas, sobre lo más profundo de nuestra vida con el único fin de encontrar un camino de reencuentro mucho más sencillo que el de la moderna y ultrarrápida sociedad del siglo veintiuno.
Por otros blogs se dice que si este libro lo hubiera escrito una norteamericana ya se habrían vendido millones de ejemplares y traducido a quinientos idiomas. Estoy de acuerdo, pero afortunadamente no es así. Nunca será un objeto de masas, siempre será un regalo, un regalo para sus ojos... y sus sentidos.
¡Disfrútenlo!
PEPE RODRÍGUEZ
¿Puede percibirse un libro exclusivamente a través de los sentidos? ¿Puede el lector desracionalizar lo que lee dejando que esto fluya a su interior sin pensar en nada más? Una ola con sabor a pez contesta afirmativamente a estas cuestiones. Por seguir con el símil playero, podemos decir que cualquier tarde de verano cuando el sol empieza a amarillear, el calor todavía calienta nuestra piel y decidimos adentramos en el mar, nada nos importa el estilo de la playa, ni la composición exacta de sus sales, ni quién se bañó allí antes, ni a qué otras recuerda, no. Sólo nos interesa refrescarnos sin pensar en nada más que disfrutar el momento. Esa, y no otra, es la propuesta (conseguida) de este cuento.
Todo lo anterior no es fácil en literatura pero es cuestión de estar advertido y de confiar en el editor. Bartleby tiene una trayectoria en poesía y narrativa cuasi impecable, y aunque el mejor “escribiente” eche un borrón, muy gordo debería ser para colarnos esta obra si no estuviera seguro de su apuesta a doble o nada. Por eso les recomendamos que se olviden de que Núria Riera es una principiante y de que en las primeras páginas la protagonista conversa con un pulpo.
Todo forma parte del conjunto bien construido de una cosmogonía que se irá desentrañando placenteramente y poco a poco.
Los personajes son todos encantadores, Pedacito la que más. Sus diálogos con Mamen rebosan lógica, humor y madurez. Los símbolos son los idóneos, el mar, las sirenas, los pulpos, el faro, la amnesia, las nubes, las puertas de la terraza, etc.
El conjunto va penetrando en nuestros sentimientos como una espadita que divide nuestro concepto de literatura formal, dejándola de lado, y abriendo nuestros sentidos para que por ósmosis otras alternativas penetren en ellos.
Un cuento para cualquier persona, pero fundamentalmente para quien quiera sentirse bien oyendo conversar a seres sencillos, niñas, fareros, doctor “patas”, pulpos y sirenas, princesas y reinas, sobre lo más profundo de nuestra vida con el único fin de encontrar un camino de reencuentro mucho más sencillo que el de la moderna y ultrarrápida sociedad del siglo veintiuno.
Por otros blogs se dice que si este libro lo hubiera escrito una norteamericana ya se habrían vendido millones de ejemplares y traducido a quinientos idiomas. Estoy de acuerdo, pero afortunadamente no es así. Nunca será un objeto de masas, siempre será un regalo, un regalo para sus ojos... y sus sentidos.
¡Disfrútenlo!
PEPE RODRÍGUEZ