Las luces nómadas
24/07/2010Publicado en Cuadernos del Sur (Diario Córdoba)
Luces nómadas las que alumbran este viaje, este deambular por los rincones y espacios de la memoria. El aprendizaje crece al unísono del paso, es el trayecto, no se vislumbra una meta o fin, y tampoco tendría sentido con la dirección marcada. El trayecto es el que forma, deja poso, consolida una forma de mirar, de entender, de construir la existencia, en definitiva, realizar un itinerario imprescindible para llegar –y este podría ser el fin– a adquirir conciencia de uno mismo a través de sus movimientos. Esteban Martínez Serra es el autor de este libro, pero no es un iniciado en esta materia: ya lleva otros cinco publicados. ¿A dónde conduce este trazado? Planteada así la pregunta quizás no hallemos respuesta rápida. Es vital ese zigzagueo en la manera de ir trayendo de la memoria escenas, momentos, detalles, sentido de movimiento que no responde a un sentido ordenado, sino más bien a otro ordenamiento de tipo más intuitivo o emocional. Luces nómadas, destello sin lugar fijo. Predomina el deslumbre, y en ese acto –de lo provisional– la movilidad surge como un elemento de referencia. Esas imágenes constantes confirman el fulgor de lo efímero, esa metáfora continua que desde el título y los subtítulos de las distintas partes nos aproximan al epicentro de este poemario. Importante –casi vital– el papel de la luz y de su contrario, la oscuridad, en un juego en el que ambos se necesitan, en cómo es determinante estructurando las partes, y en el descifre de los distintos matices que quedan al descubierto con el paso de los poemas. En la primera parte, Fluorescencias, se acumulan una serie de elementos, objetos que van abriendo una brecha por la que escapa o fluye la voz que cuenta. Y todos articulados, de una u otra forma, en torno a las figuras familiares más cercanas (sobre todo la del padre), ya ausentes. Invocación desde lo inanimado que cobra vida en el recuerdo. La segunda parte, Claroscuros, propicia un cierto giro, sobre todo en la manera de enfocar los poemas, ahora desde un presente que busca el referente en escenas del pasado. Ese pasado que marca con su devenir un presente con zonas oscuras (como la figura de la madre afectada por el alzhéimer) y la asimilación de la muerte, como mejor manera de entender y acatar la vida. La tercera parte, Fulguraciones, parece cerrar este itinerario pero sin la certeza de una meta visible, solo la conciencia de que el acto de caminar es lo único que queda, no hay lloros por lo perdido, sino una asimilación de la vida tal y como se ha ido presentando. Un libro cuyas luces es muy probable que nos deslumbren, no es solo el simple fulgor que nos recibe, porque debajo hay algo, algo sólido y profundo, difícil de encontrar: poesía.
SARA ULATE